2. Habla ahora en los oídos de la gente. Repite su orden de malcriar a los egipcios, de los cuales se hizo mención en el tercer capítulo, porque no fue suficiente para que Dios rescatara a su pueblo de esa cruel tiranía bajo la cual sus miserables vidas apenas se prolongaban en gran pobreza y angustia, a menos que También los enriqueció con grandes posesiones, como si se llevaran los premios de la victoria de los enemigos conquistados. Esto, por lo tanto, fue la consumación de su generosa recompensa, que partieron espléndidamente adornados, (133) y cargados con muebles preciosos. Ya hemos explicado cómo era legal que los israelitas se llevaran con ellos los vasos de oro y plata con el pretexto de pedirlos prestados. (134) Seguramente la única autoridad de Dios los absuelve de la acusación de robo y engaño pecaminoso. Pero no se puede permitir que ningún hombre mortal censure o critique nada en el mandamiento de Dios; no solo porque su decreto está por encima de todas las leyes, sino porque su voluntad más perfecta es la regla de todas las leyes. Pues ninguno de los dos es Dios incontestable ante la ley, porque: se deleita en un poder incontrolable; pero porque en la perfección de su justicia infinita no hay necesidad de ley. Pero aunque la excusa que algunos alegan no es del todo sin mostrar razón, a saber, que los trabajos muy severos que los egipcios habían exigido tiránicamente merecían alguna recompensa y, por lo tanto, que Dios había permitido justamente a su pueblo exigir la compensación de la cual habrían sido defraudados injustamente de otra manera, aún no hay necesidad de recurrir a estas sutilezas; porque ese principio, que hemos establecido en otro lugar, debería ser suficiente, que Dios, en cuyas manos están los confines de la tierra, destruir y derrocar a su voluntad sus reinos, y cambiar el gobierno de sus naciones, mucho más (tiene el derecho) para distribuir la riqueza y las posesiones de los individuos, a fin de enriquecer a algunos y reducir el deseo de otros.

“Los ricos y los pobres se encuentran (dice Salomón :) el Señor los hizo a todos” (Proverbios 22:2;)

con qué palabras quiere decir que la providencia de Dios gobierna en la mezcla de pobres y ricos. Pero si el robo es quitarle lo que es ajeno, aquellas cosas que ha complacido a Dios para transferir a su propio pueblo, no deben considerarse propiedad de otros. Pero si por las leyes de la guerra se les permite a los vencedores recoger el botín del enemigo, ¿por qué deberíamos considerar menos permisible que Dios lo haga de los egipcios, a quienes había vencido en diez batallas ilustres, antes de obligarlo? ellos a rendirse? En cuanto a la pretensión de pedir prestado, la respuesta es fácil, ya que las mujeres israelitas no mintieron cuando pidieron las vasijas con el propósito de sacrificio: como Dios así lo había ordenado, en cuyo poder estaba después dedicarlas a otros usos. Todavía parte de ellos estaban dedicados al santuario, como veremos en otra parte; porque además del altar, el incensario y el candelero, y otros vasos de ese tipo, cada una de las tribus ofrecía frascos y platos de gran valor. Sin embargo, debemos recordar que aquí se relaciona un caso particular, cuya imitación, sin el mandato especial de Dios, estaría mal.

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