2. Y toda la congregación. Moisés dice que no algunas de las personas solo murmuraron, sino que todos se reunieron en multitudes como en una conspiración, o, en cualquier caso, como fueron organizados por cientos y miles, que murmuraron con un consentimiento. Sin embargo, el término universal admite excepción; ni debemos suponer que todos los hombres fueron comprendidos en esta rebelión impía. El mejor remedio para su hambre habría sido rezarle a Dios, a quien habían encontrado en todos los aspectos un Padre generoso, y a quien habían escuchado haber provisto maravillosamente a sus padres, cuando los egipcios y los habitantes de Canaán estaban desperdiciando. hambre en lugares tan ricos y fértiles. Si solo hubieran sido persuadidos de que la tierra se hace fértil por la bendición de Dios, al mismo tiempo se les habría ocurrido, que es su oficio peculiar alimentar a los hambrientos, e inmediatamente habrían dirigido sus oraciones a él; ahora, su incredulidad se traiciona en su clamor turbulento. De hecho, es asombroso que los hombres miserables, a quienes su necesidad debería haber humillado, se levantaron insolentemente contra Dios, y que su hambre, tan lejos de doblar sus corazones hacia la gentileza, era el incentivo de su arrogancia. Pero esto es demasiado común con los malvados, (porque no confían en que Dios se ha reconciliado con ellos), para descuidar la oración y gritar en confusión, pronunciar sus maldiciones y correr, como perros locos, furiosamente aquí y allá. allí. Este fue el caso de los israelitas en el desierto de Sin. La falta de todas las cosas, que se les presenta, es una invitación a ellos de parte de Dios, para que puedan sentir su poder, mediante el cual creó el mundo de la nada, para ser independiente de toda asistencia extranjera para el mantenimiento de la humanidad. Pero la desesperación se apodera de sus mentes infieles, de modo que rechazan su ayuda y beneficencia. Y no solo eso, sino que su malignidad e ingratitud los instiga a pelear con Moisés; y esta es la suma de su queja, que fueron arrastrados lejos de la abundancia de pan y carne, para que pudieran perecer en el desierto del hambre. Por eso llaman a Moisés y a Aarón, por cuya mano y medios habían sido liberados, sus asesinos.

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