21. Y el Señor dijo a Moisés. Por orden de Dios, se repite la misma prohibición, que la gente no debe cruzar los límites, porque, sin duda, no fue suficiente haberlos prohibido una vez, como podemos deducir de la respuesta de Moisés; porque pensó que, dado que todos estaban amonestados, no había necesidad de una nueva prohibición. Pero Dios insiste con mayor vehemencia, y nuevamente con amenazas, les ordena que se les acuse de que se cuiden diligentemente. Sabía, por cierto, que tenía que ver con los rebeldes, para cuya subyugación sería necesario un temor más fuerte al castigo. Ahora, dado que no somos mejores que ellos, no nos sorprendamos si Dios a menudo nos estimula con la aplicación de muchas exhortaciones y redobla Sus amenazas, ya que de lo contrario el olvido de todo lo que Él alguna vez ordenó nos arrastraría. Este pasaje también confirma el hecho de que la curiosidad que influye en las mentes de los hombres desagrada mucho a Dios; porque Él ordena expresamente que no se abran paso para mirar, no porque tenga algo oculto u oculto que les sea rentable saber, sino porque sus preguntas deben ser sobrias; y este es el límite legítimo del conocimiento, humildemente aprender de boca de Dios lo que Él voluntariamente enseña, no para avanzar con ansias demasiado ansiosas, sino para seguirlo mientras nos guía.

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