2. Y Moisés llamó a Bezaleel y Aholiab. No es sin razón que Moisés exalta tan a menudo la gracia del Espíritu de Dios en el ingenio y la habilidad artística de los trabajadores. En primer lugar, habla de ellos como hábiles arquitectos, y luego, a modo de corrección, agrega que fueron provistos desde arriba con tal inteligencia. Así se refuta el absurdo de los papistas, quienes, para probar el libre albedrío, piensan que es suficiente adelantar los pasajes en los que se recomienda la rectitud de la voluntad: mientras que, aunque los hombres pueden ser justos, es una tontería inferir que por lo tanto, poseen libre albedrío, a menos que se demuestre que la voluntad procede de ellos mismos. En consecuencia, lo que sigue en el texto, que cada uno contribuyó con su trabajo o su sustancia a la construcción del tabernáculo, según sus corazones los conmovió, no hace que los hombres sean autores de afectos piadosos, como para defraudar Dios de su alabanza. Es cierto que los hombres entienden, están dispuestos, se animan a realizar santos esfuerzos; pero la pregunta es, ¿de dónde viene su inteligencia, su voluntad y su celo por hacer el bien? Las Escrituras deciden que son los dones de Dios y del Espíritu: los papistas se los arrogan inadecuadamente.

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