Luego dice que dijo todas esas palabras a los cautivos o exiliados. Este pasaje parece superfluo. ¿Con qué propósito se le había enseñado al Profeta sobre la destrucción de la ciudad, el derrocamiento del reino y la ruina del templo, a menos que indujera a los judíos que aún permanecían en el país a desistir de su superstición? Pero debemos recordar que el Profeta tuvo una dura competencia con aquellos exiliados entre los que habitó, como se verá más claramente en el próximo capítulo. Como los judíos se jactaban de estar a salvo y se reían de los cautivos que habían sufrido ser arrastrados a una tierra lejana, los exiliados estaban cansados ​​de sus miserias. Porque su condición era muy triste cuando se vieron expuestos a todos los reproches y tratados por los caldeos servil e insultantemente. Como, entonces, esta era su condición, rugieron entre ellos y se indignaron, ya que tenían que soportar los modales de los Profetas, y especialmente Jeremías. Como, por lo tanto, los cautivos se arrepintieron de su suerte, era necesario que el Profeta restringiera su contumencia. Y este es el significado de las palabras que relató las palabras de Jehová a los cautivos. Esta advertencia tampoco era menos necesaria para los exiliados que para los judíos que aún se mantenían a salvo en la ciudad. Él dice, las palabras que Dios le hizo ver, de manera inapropiada, pero muy apropiada para el sentido; porque no solo Dios había hablado, sino que había puesto la cosa misma ante los ojos del Profeta. Por lo tanto, vemos por qué dice, que se le habían mostrado palabras para que las viera. Ya he dicho que este lenguaje es inadecuado para las palabras, porque se aplica a la vista, porque los ojos no reciben palabras, sino automóviles. Pero aquí el Profeta significa que no era la simple y desnuda palabra de Dios, sino vestida con un símbolo externo. Agustín dice que un sacramento es una palabra hecha visible, y habla correctamente; porque en el bautismo Dios se dirige a nuestros ojos, cuando trae agua como símbolo de nuestra ablución y regeneración. En la Cena también dirige su discurso a nuestros ojos, ya que Cristo nos muestra su carne como verdadera comida, y su sangre como verdadera bebida, cuando el pan y el vino se nos presentan. Por esta razón, también el Profeta dice ahora que vio la palabra de Dios, porque estaba vestida con símbolos externos. Porque Dios se le apareció a su Profeta, como he dicho, y le mostró el templo, y allí erigió un teatro, por así decirlo, en el que contemplaba todo el estado de la ciudad de Jerusalén. (243) Sigamos -

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