11. Y darás a luz un hijo. El ángel explica lo que había dicho brevemente con respecto a su descendencia; es decir, que no sería posible contarla debido a su multitud. Y comienza con Ismael, que sería su cabeza y origen. Aunque luego veremos que era un reprobado, se le otorga un nombre honorable para señalar el beneficio temporal del cual Ismael llegó a ser partícipe al ser hijo de Abram. Así interpreto este pasaje: Dios quería que un monumento de la bondad paternal con la cual abrazó a toda la casa de Abram perdurara para las generaciones futuras. Porque aunque el pacto de la vida eterna no pertenecía a Ismael, para que no estuviera completamente sin favor, Dios lo constituyó padre de un pueblo grande y famoso. Y así vemos que, en relación con esta vida presente, la bondad de Dios se extendió a la descendencia de Abram según la carne. Pero si Dios pretendía que el nombre de Ismael (que significa "Dios escuchará") fuera un memorial perpetuo de sus beneficios temporales, ciertamente no tolerará nuestra ingratitud si no celebramos sus misericordias celestiales y eternas, incluso hasta la muerte.

El Señor ha escuchado tu aflicción. No leemos que Hagar, en sus dificultades, recurriera a la oración, y más bien se nos deja conjeturar, a partir de las palabras de Moisés, que cuando estaba aturdida por sus sufrimientos, el ángel vino por su propia voluntad. Por lo tanto, es de observar que hay dos formas en las que Dios mira a los hombres con el propósito de ayudarlos: ya sea cuando, como suplicantes, imploran su ayuda; o cuando él, incluso sin que se lo pidan, les socorre en sus aflicciones. Es cierto que se dice especialmente que él escucha a aquellos que, por medio de oraciones, lo invocan como su Libertador. Sin embargo, a veces, cuando los hombres están mudos y, debido a su aturdimiento, no dirigen sus deseos hacia él, se dice que escucha sus miserias. Es probable que este último modo de escuchar se cumpliera para Hagar, porque Dios la encontró libremente vagando por el desierto. Además, dado que Dios priva frecuentemente a los incrédulos de su ayuda, hasta que son consumidos por una enfermedad lenta, o les permite ser destruidos repentinamente, que ninguno de nosotros dé rienda suelta a nuestra pereza; sino que, advertidos por el sentido de nuestros males, lo busquemos sin demora. Mientras tanto, sin embargo, es de gran utilidad para la confirmación de nuestra fe que nuestras oraciones nunca serán despreciadas por el Señor, ya que él anticipa incluso a los perezosos y estúpidos con su ayuda; y si está presente para aquellos que no lo buscan, mucho más será propicio a los deseos piadosos de su propio pueblo.

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