7. Y estos son los días. Moisés ahora nos lleva a la muerte de Abraham; y lo primero que debe notarse con respecto a su edad es la cantidad de años durante los cuales vivió como peregrino; porque merece la alabanza de una paciencia maravillosa e incomparable, por haber deambulado por el espacio de cien años, mientras Dios lo guiaba en varias direcciones, contento, tanto en la vida como en la muerte, con la simple promesa de Dios. Que se avergüencen los que tienen dificultades para soportar la inquietud de uno o de unos pocos años, ya que Abraham, el padre de los fieles, no fue simplemente un extraño durante cien años, sino que a menudo fue expulsado al exilio. Mientras tanto, sin embargo, Moisés muestra expresamente que el Señor había cumplido su promesa: morirás en una buena vejez, porque aunque peleó una batalla dura y severa, su consuelo no fue ni ligero ni pequeño; porque sabía que, en medio de tantos sufrimientos, su vida era el objeto del cuidado Divino. Pero si esta única mirada a Dios lo sostuvo durante toda su vida, en medio de las olas más bulliciosas, en medio de muchos dolores amargos, en medio de preocupaciones atormentadoras y, en resumen, una masa acumulada de males; aprendamos también, que no debemos cansarnos en nuestro curso, a confiar en este apoyo, que el Señor nos ha prometido un tema feliz de la vida, y uno realmente mucho más glorioso que el de nuestro padre Abraham.

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