13. Sobre mí sé tu maldición, hijo mío. Aquí Rebeca peca de nuevo, porque arde con un celo tan apresurado que no considera cuán altamente Dios desaprueba su maldad. Ella presuntuosamente se somete a la maldición. ¿Pero de dónde proviene esta confianza desatendida? Al no estar amueblada con ninguna orden divina, tomó su propio consejo. Sin embargo, nadie negará que este celo, aunque absurdo, procede de una reverencia especial por la palabra de Dios. Ya que el oráculo de Dios le informó que Jacob era preferido a la vista de Dios, ella ignoró todo lo que era visible en el mundo y lo que dictara el sentido de la naturaleza, en comparación con la elección secreta de Dios. Por lo tanto, este ejemplo nos enseña que cada uno debe caminar con modestia y cautela de acuerdo con la regla de su vocación; y no debe atreverse a proceder más allá de lo que el Señor permite en su palabra.

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