18. Te serviré durante siete años. La iniquidad de Labán se revela en un momento; pues es una vergonzosa barbaridad ofrecer a su hija, como recompensa, a cambio de los servicios de Jacob, convirtiéndola en objeto de trueque. Él debería, por otro lado, no solo haber asignado una dote para su hija, sino también haber actuado con mayor generosidad hacia su futuro yerno. Pero bajo el pretexto de parentesco, lo priva de la recompensa por su labor, lo cual había reconocido previamente como injusto. (65) Por lo tanto, percibimos aún más claramente a lo que me he referido anteriormente, que aunque desde el vientre materno los hombres tengan una noción general de justicia, tan pronto como su propia ventaja se presenta ante ellos, se vuelven realmente injustos, a menos que el Señor los reforme con su Espíritu. Moisés no relata aquí algo raro o inusual, sino lo que es de lo más común. Pues aunque los hombres no vendan a sus hijas, el deseo de ganancia lleva a la mayoría tan lejos que prostituyen su honor y venden sus almas. Además, no se debe considerar del todo como un fallo que Jacob estuviera más inclinado a amar a Raquel; ya sea que Leah, por tener los ojos tiernos, fuera menos hermosa, o que solo le agradara por la belleza de sus ojos, (66) Pues vemos cómo de manera natural un tipo secreto de afecto genera amor mutuo. Solo se debe tener cuidado con el exceso y, mucho más diligentemente, porque es difícil restringir de tal manera a estas afectos que no prevalezcan sobre la razón. Por lo tanto, aquel que se deje llevar a elegir una esposa por la elegancia de su forma no pecará necesariamente, siempre que la razón mantenga siempre la supremacía y sujete la lascivia de la pasión. Sin embargo, quizás Jacob pecó al ser demasiado indulgente al desear que le dieran a Raquel, la hermana menor, perjudicando así a la mayor; y también, al ceder al deseo de sus ojos, menospreció las virtudes de Leah: esto es una falta muy censurable de autodominio, cuando alguien elige una esposa solo por su belleza, mientras que la excelencia de carácter debería considerarse de primera importancia. Pero la fuerza y ardor de su apego se manifiestan en que no sintió cansancio en el trabajo de siete años: pero también la castidad se unió a él, de modo que perseveró, durante este largo período, con una mente paciente y tranquila en medio de tantos trabajos. Y aquí nuevamente se evidencia la integridad y continencia de esa época, porque, aunque viviendo bajo el mismo techo y acostumbrado a la familiaridad, Jacob se comportó con modestia y se abstuvo de toda impropiedad. Por lo tanto, al final del tiempo designado, dijo: "Dame a mi esposa para que me una a ella", con lo cual da a entender que ella había sido hasta ese momento una virgen pura.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad