14. Y se quedó con él el espacio de un mes. Y Dios ha grabado en la naturaleza humana una ley de equidad; de modo que quien se aparta de esa regla, a través de un deseo desmedido de ventaja privada, queda completamente sin excusa. Pero poco después, cuando se trata de la práctica, Labán, olvidando esta equidad, solo piensa en lo que puede serle rentable a él. Tal ejemplo es ciertamente digno de ser observado, ya que los hombres rara vez se equivocan en los principios generales, y por lo tanto, con una sola voz, confiesan que cada hombre debe recibir lo que le corresponde; pero tan pronto como descienden a sus propios asuntos, el perverso amor propio los ciega, o al menos los envuelve en tales nubes que son llevados en una dirección opuesta. Por lo tanto, aprendamos a contenernos, para que el deseo de nuestra propia ventaja no prevalezca en detrimento de la justicia. Y de aquí ha surgido el proverbio de que nadie es un juez adecuado en su propia causa, porque cada uno, al mostrarse excesivamente favorable a sí mismo, olvida lo que es correcto. Por lo tanto, debemos pedir a Dios que gobierne y restrinja nuestras pasiones con un espíritu de juicio sano. Labán, al desear hacer un pacto, hace lo que tiende a evitar controversias y quejas. Es conocido el antiguo dicho: "Debemos tratar con justicia a nuestros amigos, para no vernos obligados luego a litigar con ellos". Porque, ¿de dónde surgen tantas disputas legales, sino de que cada uno es más liberal consigo mismo y más tacaño con los demás de lo que debería ser? Por lo tanto, con el fin de fomentar la concordia, son necesarios pactos firmes que eviten la injusticia por una parte u otra.

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