36. Y Jacob se enojó y reprendió a Labán. Jacob vuelve a actuar de manera incorrecta al contender con Labán sobre un asunto no suficientemente conocido y al cargar injustamente contra él la acusación de calumnia. Aunque suponía que toda su familia estaba libre de culpa, fue engañado por su propia negligencia. Actúa, de hecho, con moderación, porque al recriminar a Labán no usa reproches; pero no se le puede excusar por emprender la causa de toda su familia cuando no estaban exentos de culpa. Si alguien objetara a esta afirmación que Jacob estaba constreñido por el miedo, porque Labán había venido con una gran banda de compañeros: las circunstancias mismas muestran que su mente estaba influenciada más por la moderación que por el miedo. Se enfrenta valientemente y no muestra signos de miedo; solo se abstiene de la insolencia de hablar mal. Luego agrega que tenía justa causa de acusación contra Labán; no porque quisiera levantarse en un espíritu de recriminación contra su suegro, sino porque era justo que los parientes y asociados de Labán fueran testigos de todo lo que había sucedido, para que, por la paciencia prolongada de Jacob, su integridad fuera más evidente. Jacob también recuerda que no solo había sido un fiel cuidador del rebaño, sino que su trabajo había sido próspero por la bendición de Dios; además, agrega que había sido responsable de todas las pérdidas. Con esto insinúa contra Labán la acusación de gran injusticia, ya que no era deber de Jacob avivar voluntariamente la avaricia y la rapacidad de su suegro al intentar apaciguarlo; sino que cedió por fuerza a sus injurias. Cuando dice que el sueño se alejó de sus ojos, no solo insinúa que pasó noches en vela, sino que había contendido contra la propia naturaleza al privarse del necesario reposo.

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