5. Tengo bueyes. Jacob no proclama sus riquezas por vanagloria, sino para que de esta manera Esaú pudiera inclinarse hacia la humanidad. Habría sido sumamente vergonzoso expulsar cruelmente a alguien que había sido enriquecido, por el favor de Dios, en una tierra lejana. Además, elimina la ocasión para futuras rivalidades: si hubiera llegado sin posesiones y hambriento, Esaú podría concebir nueva indignación contra él, por temor al gasto que podría recaer sobre él mismo. Por lo tanto, Jacob declara que no viene con el propósito de consumir la hacienda de su padre, ni de enriquecerse a expensas de la ruina de su hermano; como si dijera: "Que tu herencia terrenal esté segura; tu reclamo no será perjudicado por mí; solo permíteme vivir". Con este ejemplo se nos enseña de qué manera debemos cultivar la paz con los impíos. El Señor no nos prohíbe defender nuestro propio derecho, hasta donde nuestros adversarios lo permitan; pero debemos retroceder de ese derecho antes que originar contiendas por nuestra propia culpa.

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