6. Y los mensajeros regresaron. Esaú avanza para encontrarse con su hermano con sentimientos de benevolencia, pero Jacob, reflexionando sobre su crueldad feroz, espíritu inflado y amenazas salvajes, no espera humanidad de él. Y el Señor permitió que la mente de su siervo estuviera oprimida por esta ansiedad por un tiempo, aunque sin ninguna causa real, para así excitar más el fervor de su oración. Sabemos cómo la seguridad engendra una apatía en este punto. Por lo tanto, para que nuestra fe, al no ser estimulada por nada, no se torne apática, Dios a menudo permite que temamos cosas que no son terribles en sí mismas. Porque aunque anticipa nuestros deseos y se opone a nuestros males, aún así oculta sus remedios hasta que haya ejercitado nuestra fe. Mientras tanto, es de notar que los hijos de Dios nunca están dotados de una constancia tan firme que la flaqueza de la carne no se manifieste en ellos. Porque aquellos que imaginan que la fe está exenta de todo temor no han tenido experiencia de la verdadera naturaleza de la fe. Dios no promete estar presente con nosotros para quitar la sensación de nuestros peligros, sino para que el miedo no prevalezca y nos abrume en la desesperación. Además, nuestra fe nunca es tan firme en todos los puntos como para repeler dudas malignas y temores pecaminosos de la manera que se desearía.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad