Y los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo: Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a encontrarte, y cuatrocientos hombres con él. Esaú tenía la intención de que el regreso de los mensajeros de Jacob sin un saludo amistoso causara una impresión ominosa. Como jeque principesco del desierto, vino con sus sirvientes, sus hijos, sus sirvientes y otros seguidores, con cuya ayuda fue expulsando gradualmente a los horeos de la tierra de Seir. Si nada más, Esaú quería que su hermano sintiera su poder superior, por esto él lo valoraba más que la promesa de un dominio religioso en un futuro oscuro y distante.

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