7. Se hizo extraño a ellos. Se le puede preguntar con qué propósito José atormentó a sus hermanos con amenazas y terror. Porque si fue accionado por una sensación de la lesión recibida de ellos, no puede ser absuelto del deseo de venganza. Sin embargo, es probable que no haya sido impulsado por la ira ni por una sed de venganza, sino que fue inducido por dos causas justas para actuar como lo hizo. Los dos deseaban recuperar a su hermano Benjamin y deseaban averiguar, como si los sometieran a la tortura, lo que pensaban, se arrepintieran o no; y, en resumen, cuál había sido su curso de vida desde la última vez que los había visto. Porque, si se había dado a conocer en la primera entrevista, era de temer que ellos, manteniendo a su padre fuera de la vista y deseando arrojar un velo sobre la detestable maldad que habían cometido, solo debieran aumentarlo por un nuevo crimen. También acechaba una sospecha no irrazonable sobre su hermano Benjamin, para que no intentaran algo pérfido y cruel contra él. Por lo tanto, era importante que fueran tamizados más a fondo; para que Joseph, estando completamente informado del estado de la casa de su padre, pudiera tomar sus medidas según las circunstancias; y también, antes del perdón, se podría infligir algún castigo que los llevaría con más cuidado a reflexionar sobre la atrocidad de su crimen. Porque mientras que luego demostró ser aplacable y humano; esto no surgió del hecho de que su ira, aliviada, se volvió, gradualmente, inclinada a la compasión; sino más bien, como Moisés se une en otra parte, que buscó la jubilación, porque ya no podía abstenerse; aquí, al mismo tiempo, intimidante, que José había reprimido a la fuerza sus lágrimas siempre que conservara un aspecto severo; y, por lo tanto, que había sentido a lo largo del mismo afecto de piedad hacia ellos. Y parece que un impulso especial lo movió a todo este curso de acción.

Porque no era una cosa común, que José, viendo tantos autores de sus calamidades, no estaba enojado ni cambiado en su manera, ni estalló en reproches; pero estaba compuesto tanto en su semblante como en su discurso, como si hubiera meditado mucho tiempo libre, respetando el rumbo que seguiría. Pero puede preguntarse nuevamente, si su disimulación, que se unió a una falsedad, no tiene la culpa; porque sabemos cuán agradable es la integridad para Dios y cuán estrictamente él prohíbe a su propio pueblo el engaño y las falsedades. Si Dios gobernó a su siervo mediante algún movimiento especial, para apartarse sin culpa, de la regla común de acción, no lo sé; viendo que los fieles a veces pueden hacer piadosamente cosas que legalmente no pueden ser llevadas a un precedente. De esto, sin embargo, al considerar los actos de los santos padres, siempre debemos tener cuidado; para que no nos alejen de la ley que el Señor prescribe a todos en común. Por orden general de Dios, todos debemos cultivar la sinceridad. Que José fingió algo diferente de la verdad, no tiene pretexto para disculparnos si intentamos algo del mismo tipo. Porque, aunque una libertad otorgada por el privilegio sería perdonada, sin embargo, si alguien, confiando en un ejemplo privado, no tiene escrúpulos para subvertir la ley de Dios, a fin de darse la licencia para hacer lo que allí está prohibido, sufrirá justamente el castigo de su audacia. Y, sin embargo, no creo que debamos estar muy ansiosos por disculpar a José, porque es probable que haya sufrido algo de la enfermedad humana, lo que Dios lo perdonó; porque solo por la divina misericordia podría esa disimulación, que en sí misma no fue sin falta, escapar de la condena.

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