17. Y cuando José vio. Porque al cruzar los brazos, Jacob había colocado sus manos de tal manera que puso su mano izquierda sobre la cabeza del primogénito, José deseaba corregir este procedimiento, como si hubiera sido un error. Pensaba que el error surgía de la falta de visión; pero su padre siguió al Espíritu de Dios como su guía secreta, para poder transferir el título de honor, que la naturaleza le había conferido al mayor al menor. Porque, como no asumió precipitadamente para sí mismo el oficio de transmitir la bendición; entonces, ¿no era legal para él intentar algo de acuerdo con su propia voluntad? Y al final fue evidente por el evento, que lo que sea que había hecho le había sido dictado desde el cielo. Mientras que José lo entendió mal, que Manasés, quien por derecho de la naturaleza era el primero, debía ser arrojado al segundo lugar, este sentimiento surgió de la fe y de la santa reverencia por el oficio profético. Pues fácilmente habría soportado verlo cometer un error en el orden de abrazar a los jóvenes; si no hubiera sabido que su padre; como ministro de la gracia divina, lejos de actuar como una parte inútil, solo estaba pronunciando en la tierra lo que Dios ratificaría en el cielo.

Sin embargo, se equivoca al vincular la gracia de Dios con el orden acostumbrado de la naturaleza: como si el Señor no cambiara a menudo intencionalmente la ley de la naturaleza, para enseñarnos que lo que libremente nos confiere, es completamente el resultado de su propia voluntad. Si Dios le estuviera dando a cada uno lo que le corresponde, una cierta regla podría aplicarse adecuadamente a la distribución de sus favores; pero como no le debe nada a nadie, es libre de conferir regalos a su propio gusto. Más especialmente, para que nadie se gloríe en la carne, él diseña ilustradamente su propia misericordia libre, al elegir a aquellos que no tienen mérito propio. ¿Cuál diremos que fue la causa, por qué elevó a Efraín por encima de su propio hermano, a quien, según el uso, era inferior? Si alguien supone que Efraín tiene una semilla oculta de excelencia, no solo juega en vano, sino que pervierte de manera impía el consejo de Dios. Ya que Dios se deriva de sí mismo y de su propia liberalidad, la causa, por qué prefiere uno de los dos al otro: confiere el honor al menor, con el propósito de demostrar que no está obligado por ningún reclamo de mérito humano; pero que distribuye sus dones libremente, como le parece bien. Y si bien esta libertad de Dios se extiende a todo tipo de bien, sin embargo, brilla con mayor claridad en la primera adopción, en la que se predestina a sí mismo, a aquellos a quienes considera adecuados, de la masa en ruinas.

Por lo tanto, sea nuestra parte dejar a Dios todo su poder intacto, y si en algún momento, nuestros rebeldes de sentido carnal, háganos saber que ninguno es más sabio que aquellos que están dispuestos a considerarse ciegos, al contemplar los maravillosos tratos. de Dios, para que puedan rastrear la causa de cualquier diferencia que él haga, solo para sí mismo. Hemos visto arriba, que los ojos de Jacob estaban oscuros: pero al cruzar los brazos, con aparente negligencia, para cumplir con el propósito de elección de Dios, él es más clarividente que su hijo José, quien, según el sentido de la carne, pregunta con demasiada agudeza. Los que imaginan locamente que este juicio se formó a partir de una vista de sus obras, declaran suficientemente, por esta única cosa, que no tienen los primeros rudimentos de la fe. Ya sea que la adopción común tanto a Manasés como a Efraín, fue un obsequio o una recompensa de la deuda. Con respecto a esta segunda suposición, toda la ambigüedad es eliminada, por muchos pasajes de la Escritura, en los cuales el Señor da a conocer su bondad, al haber amado y elegido libremente a su pueblo. Ahora nadie es tan ignorante; para no percibir que el primer lugar no está asignado a uno u otro, de acuerdo con el mérito; pero se da gratuitamente, ya que le agrada tanto al Señor. Con respecto a la postura de las manos, la sutileza de ciertas personas, que conjeturan que el misterio de la cruz estaba incluido en ella, es absurdo; porque el Señor no pretendía nada más que el cruce de la mano derecha y la izquierda debería indicar un cambio en el orden acostumbrado de la naturaleza.

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