33. Recogió los pies. La expresión no es superflua: porque Moisés deseaba así describir la plácida muerte del hombre santo: como si hubiera dicho, que el santo anciano dio instrucciones con respecto a la disposición de su cuerpo, tan fácilmente como los hombres sanos y vigorosos acostumbran a componer ellos mismos a dormir. Y realmente era necesario un vigor y una presencia mental maravillosos para él, cuando, mientras la muerte estaba en su semblante, cumplió con valentía el oficio profético que se le ordenó. Y no se debe dudar que tal eficacia del Espíritu Santo se manifestó en él, como sirvió para producir, en sus hijos, confianza y reverencia por sus profecías. Al mismo tiempo, sin embargo, es apropiado observar, que es el efecto de una buena conciencia, poder salir del mundo sin terror. Como la muerte es por naturaleza formidable, los tormentos maravillosos agitan a los malvados cuando perciben que son convocados al tribunal de Dios. Además, para que una buena conciencia nos conduzca pacíficamente y en silencio a la tumba, es necesario confiar en la resurrección de Cristo; porque luego vamos voluntariamente a Dios, cuando tenemos confianza en respetar una vida mejor. No consideraremos doloroso abandonar este tabernáculo que falla, cuando reflexionemos sobre la morada eterna que está preparada para nosotros.

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