El Profeta concluye el tema que hasta ahora había estado tratando. Él dice que los caldeos no vendrían a participar en una guerra dudosa, sino que triunfarían sobre las naciones conquistadas. De hecho, sabemos que los judíos, aunque no sobresalían ni en número ni en riquezas, estaban tan orgullosos que miraron hacia abajo, por así decirlo, con desprecio por otras naciones, y también sabemos que confiaron en vano en vanas ayudas; porque como estaban en confederación con los egipcios, se creían fuera del alcance del peligro. Por lo tanto, el Profeta dice que los reyes y los príncipes serían solo un deporte para los caldeos, y sus fortalezas serían solo una burla para ellos. ¿Cómo es eso? Porque juntarán polvo, dice; es decir, formará un montículo del polvo de la tierra, y así penetrará en todas las ciudades fortificadas.

En resumen, el Profeta tenía la intención de cortar todas las esperanzas de los judíos, para que pudieran humillarse ante Dios; o tenía la intención de quitar todas las excusas si no se arrepentían, como sucedió realmente; porque sabemos que no se arrepintieron a pesar de estas advertencias, hasta que finalmente la venganza los alcanzó por completo. Luego agrega:

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