23. Él lleva a los poderosos a la nada. Él procede a exaltar la providencia de Dios, por la cual gobierna el mundo entero, pero más especialmente la humanidad. Ya y hace poco había comenzado a comentar que Dios no creó el mundo, para luego permitir que se rija por casualidad, sino que se compromete a preservarlo y lo mantiene bajo su poder y autoridad; pero a medida que se digna mirar más de cerca a la humanidad, el Profeta selecciona este departamento, para que por medio de él pueda ensalzar la providencia de Dios. La suma de lo que dice es que el gobierno de Dios se extiende a lo largo y ancho, de modo que dirige y gobierna todo de acuerdo con su placer; pero él muestra (lo que también era muy ventajoso de saber) que incluso en la vida de los hombres son visibles pruebas sorprendentes del ejercicio inmediato del poder de Dios y, ni siquiera satisfecho con la doctrina general, presenta una clase que debería despertar aún más nuestra atención.

Los gobernadores de la tierra como si no lo fueran. (120) Cualquier cosa que le suceda a la masa no distinguida de la gente común se desprecia y se pasa por alto como indigno de ser observado; pero cuando reinos y monarquías, u hombres de alto rango, caen de su elevación, parece que la tierra se ha sacudido; y el Profeta hábilmente aprovecha esas pruebas para despertarnos. Podría, en efecto, suponerse que los príncipes y magistrados están exentos de la suerte común, y no están sujetos a las miserias ordinarias de los hombres; porque por su esplendor deslumbran los ojos y la comprensión de todos los hombres. Pero su brillo está completamente atenuado; y, por lo tanto, el Profeta los menciona especialmente y declara que el Señor "los lleva a la nada". Y si la mano de Dios es tan poderosa contra los nobles y los príncipes, ¿qué debemos pensar de la gente común? ¿No tratará también a la multitud ordinaria de acuerdo con su placer, y los conducirá a donde crea conveniente? ¿No les dará o les quitará, cuando quiera, fuerza y ​​coraje?

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