13. Porque yo soy Jehová tu Dios. El Profeta ya había mostrado dónde debía colocarse la esperanza de salvación, para resistir cada ataque; es decir, cuando estamos convencidos de que Dios es nuestro Dios y está de nuestro lado. Ahora establece la misma doctrina, pero en diferentes palabras; y, sin embargo, la repetición no es superflua, porque sabemos con qué facilidad se nos escapa esta doctrina, aunque se repita con frecuencia; y fue imposible otorgar un elogio excesivo a esta promesa, que es tan difícil de enraizar en nuestros corazones. Por lo tanto, infórmenos que tendremos un problema próspero de todas nuestras contiendas, porque el Señor está presente con nosotros; y cada vez que seamos atacados por una contienda severa, aprendamos a mirarlo; porque si dudamos y miramos de aquí para allá, nunca disfrutaremos de tranquilidad. Cuando se hace llamar nuestro Dios, no solo menciona su poder, sino que da prueba de su bondad, que tiene la intención de ejercer hacia nosotros; porque no sería suficiente estar convencido del poder de Dios, si no estuviéramos igualmente seguros de su amor; e incluso cuando estamos aterrorizados por la sola mención de su poder, su bondad es adecuada para darnos paz.

Toma tu mano derecha y te dice. Ahora habla de "tomar la mano" y de su voz; porque es de gran importancia para nosotros creer las señales que Dios nos ha dado de su amor, y conectar con ellos la doctrina que nos asegura su favor eterno. La palabra decir es, por lo tanto, muy enfática; porque debemos permanecer en suspenso hasta que el Señor hable, cuya voz sola puede eliminar el miedo y traer la paz. Si, entonces, deseamos tener compostura mental, y conquistar las aflicciones que nos sobrevienen desde varios sectores, debemos prestar mucha atención a su voz, para nunca retirar nuestra mente de ella; porque aquellos que se niegan a escuchar esta voz de Dios, o no la escuchan con atención, deben ser atormentados por la continua duda e incertidumbre.

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