El Profeta muestra aquí más completamente lo que hemos dicho: que el carácter de aquellos con los que tenía que hacer era tan refractario que era necesario utilizar diversos medios para someterlos. Y no fue en vano que agregó esta exhortación, que manifiesta indignación; ni fue sin disgusto que él requirió una audiencia, oíd y oíd; no te levantes, porque el Señor es el que habla. Entonces, por lo tanto, podemos reunirnos, ya sea que Jeremías fue ridiculizado, o que sus palabras fueron ignoradas por los judíos; porque esto está insinuado por las palabras, porque Jehová ha hablado; (81) porque si ellos mismos estuvieran persuadidos, de que él anunció lo que Dios le había ordenado, estas palabras se habrían usado sin ningún propósito. Pero en otro lugar veremos que fue considerado un impostor y que fue atacado por muchas reprensiones y maldiciones.

Por eso defiende aquí su llamado de sus calumnias y reproches, cuando dice que Dios había hablado; porque con estas palabras afirma que no trajo nada propio, sino que habló como si fuera de la boca de Dios, o, lo que es lo mismo, que él era el instrumento del Espíritu Santo; y él dijo esto, para que supieran que en vano contenían con él, ya que la competencia era entre ellos y Dios. Y por eso dice: Oíd, y escuchad; porque vio que eran sordos y tórpidos, y que necesitaban muchos estimulantes. Al mismo tiempo, señala la causa y la fuente del mal al decir: No seáis levantados (82) La causa de su contumacia fue el orgullo, porque se atrevieron a pelear con Dios. Así también el principio principal de la obediencia es la humildad, es decir, cuando los hombres reconocen que no son nada y atribuyen a Dios lo que se le debe.

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