Los consejeros del rey estaban, sin duda, tan asombrados cuando escucharon que estas amenazas habían sido escritas como el Profeta las había dictado, que estaban inquietos por diferentes pensamientos, como suelen ser los incrédulos; y no recibieron como debieron haber hecho, la doctrina celestial, vacilaron y no pudieron seguir un curso uniforme. Tal era, entonces, la incertidumbre que poseía la mente de los príncipes; porque apenas podían creer que estas palabras habían sido entregadas por la memoria, pero sospechaban de algunos trucos, ya que los incrédulos imaginan muchas de esas cosas respetando a los siervos de Dios; y parecen actuar así de manera diseñada, para que puedan oscurecer el favor de Dios, que aparece ante sus ojos. Para este propósito, entonces, se dice que le preguntan a Baruch cómo tomó las palabras de boca de Jeremías (105)

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