Vemos que estos príncipes cortesanos cambiaron, cuando percibieron que efectivamente era la mano de Dios, y aun así permanecieron en un estado de insensibilidad. Dios a menudo aterroriza a los hombres profanos y, sin embargo, vuelven a su propia indiferencia. Parecían, de hecho, estar despiertos por un momento y reconocer seriamente el juicio de Dios; pero estos pensamientos actualmente se desvanecieron. Sucedió así que permitieron que Dios hubiera hablado, pero fue, por así decirlo, para sordos, porque fue en vano, como veremos en breve.

Entonces los consejeros del rey no obtuvieron ningún beneficio; pero no eran crueles, ya que deseaban que el Profeta estuviera oculto, para que el rey no tratara severamente con él. Vemos a muchos de estos hombres en este día que no están influenciados por la verdad divina. Asienten, de hecho, como asnos que mueven las orejas; porque confiesan con la boca que lo que se les propone es verdadero y correcto; pero como he dicho, cierran los ojos o al menos no asisten, para saber que es Dios quien habla. Parece que tales fueron los consejeros del rey, de quienes el Espíritu de Dios ha declarado lo que veremos en el presente. Luego aconsejaron a Baruch que se escondiera, y también a Jeremías a hacer lo mismo; porque vieron que había peligro para ellos, excepto que se lanzaron a la fuga. Luego sigue, -

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