Nuevamente relata en otras palabras lo que había dicho, que los muros de Jerusalén habían caído. Pero ahora habla de las puertas y dice que se habían hundido en el suelo o se habían quedado fijas en el suelo; porque puede explicarse de ambas maneras; como si hubiera dicho que las puertas no habían obstaculizado a los enemigos para evitar que entraran a la ciudad. De este modo, se burla de la tonta confianza de la gente, que confiaba en sus defensas y pensaba que la ciudad era inexpugnable. Luego dice que las puertas se habían hundido, o se habían fijado en el suelo.

Luego dice que Dios había destruido y roto sus barrotes; sin duda las puertas tenían rejas firmes y fuertes. Luego dice que ni las puertas ni los barrotes se encontraron suficientes, cuando Dios extendió su mano a los caldeos, para llevarlos a la ciudad. Luego agrega, que tanto el rey como los príncipes habían sido conducidos al exilio; porque cuando dice, entre las naciones, o entre las naciones, insinúa que ya no había un rey, porque él, la simiente real y los príncipes fueron desterrados. El resto lo aplazo hasta mañana.

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