4. Y luego continuará. La impureza de siete días en el caso de un hombre, y catorce días para una mujer, hace referencia a la hemorragia, como también veremos en otras partes de la descarga menstrual. Durante el resto del tiempo, tiene prohibido participar en los servicios religiosos y acercarse al santuario (por lo que se entiende aquí la corte), y por eso se considera impía, no solo que ella misma debería lamentar su condición, sino también que su esposo también, amonestado por la vista, debe aprender a aborrecer y detestar el pecado original. Para esto fue una exhortación seria al arrepentimiento, cuando reconocieron que estaban contaminados en su descendencia, en donde de otro modo la bendición de Dios se manifiesta. Ahora surge la pregunta, ¿por qué el tiempo de purificación es el doble para una niña? Algunos atribuyen esto a una causa natural, a saber, porque la hemorragia es entonces de mayor duración; y en verdad era parte de la castidad y la continencia, que los esposos no se acercaran a sus esposas. Pero en la medida en que el objeto de esta ceremonia fue diferente, es decir, como una indicación de la maldición sobre toda la raza humana, debemos mirar con más atención en esta dirección. No sé si la opinión es sólida, según algunos, de que la madre está más contaminada por la descendencia femenina, porque hay más disposición al vicio en este sexo. Tal vez, es más probable, como algunos piensan, que fue porque la mujer fue el comienzo de la rebelión, cuando, siendo engañada por la serpiente, destruyó a su esposo con ella y arrastró a su posteridad a la misma ruina. Pero me parece más correcto que el castigo con respecto a los hombres fue aligerado y disminuido por la circuncisión. Porque aunque en ese símbolo Dios consagró a ambos sexos, sin embargo, honró a los hombres con un favor especial, al grabar su pacto en su carne.

Por lo tanto, también, Él menciona expresamente su circuncisión, por la cual se les impartió una dignidad, lo que los hizo superiores a las mujeres. Al final del capitulo; se tiene en cuenta a los pobres, para que, al no ser cargados con un gasto demasiado grande, se les haga menos dispuestos a obedecer la Ley: de donde deducimos que Dios no se preocupa por la pompa externa y la riqueza, ya que el humilde sacrificio de los pobres, según la medida de su pobreza, no le está menos agradecido que el más valioso de los ricos.

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