Verso Levítico 12:4 La sangre de su purificación.  Unas pocas palabras aclararán suficientemente este tema.

1. Dios quiere que la mujer dé a luz hijos.

2. Que los hijos deriven, bajo su providencia, su ser, todos sus sólidos y todos sus fluidos, en una palabra, toda la masa de sus cuerpos, de la sustancia de la madre.

3. Para ello ha dado al cuerpo de la mujer una cantidad extra de sangre y de jugos nutritivos.

4. Antes de la gestación esta superabundancia es evacuada en épocas periódicas.

5. En el embarazo, lo que antes se evacuaba se retiene para la formación y el crecimiento del feto, o el fortalecimiento general del sistema durante el tiempo de gestación.

6. Después del nacimiento del niño, durante siete o catorce días, más o menos según ciertas circunstancias, esa superabundancia, que ya no es necesaria para el crecimiento del niño como antes, sigue siendo evacuada: esto se llamaba entre los judíos el tiempo de la purificación de la mujer.

7. Cuando los vasos lacerados se vuelven a unir, esta superabundancia de sangre se devuelve a la circulación general y, por una sabia ley del Creador, se vuelve principalmente útil para los pechos, y ayuda a la producción de leche para la alimentación del recién nacido.

8. Y así continúa hasta el destete del niño, o hasta que se produce un nuevo embarazo. He aquí una serie de misericordias y sabias regulaciones providenciales que no pueden ser conocidas sin ser admiradas, y que deben ser conocidas para que el gran Creador y Preservador pueda tener la alabanza de sus criaturas que su maravillosa obra exige.

El término purificador no implica aquí que haya algo impuro en la sangre en este o en los otros momentos antes mencionados; por el contrario, la sangre es pura, perfectamente, en cuanto a su calidad, pero es excesiva en cantidad por las razones antes asignadas. Los cuentos ociosos que se encuentran en ciertas obras relativas a la naturaleza infecciosa de este fluido, y de la mujer en tales tiempos son tan impíos como irracionales y absurdos.

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