16. Y el resto de los mismos. Repite lo que hemos visto justo antes, que el residuo de esas oblaciones, en las que había una santidad peculiar, debería pertenecer a los sacerdotes; pero con la condición de que no se los coma en ninguna parte excepto en el santuario. También se da un precepto especial en cuanto a la minha (ofrenda de carne) de que no debe convertirse en pan con levadura; porque así la comida, que ya se había dedicado a Dios, se convertiría en comida común, que no podría hacerse sin profanación. Como, entonces, Dios admite a los sacerdotes, por así decirlo, a su propia mesa, la dignidad de su oficio no se ve un poco aumentada por este privilegio; sin embargo, de tal manera que, por su libertad, la reverencia debida al servicio de Dios no se vea afectada. Luego, Moisés confirma en términos generales ese derecho, que se les había asignado antes, que deberían tomar lo que quedaba de las ofrendas quemadas, con la condición de que solo los hombres lo comieran, y en el lugar sagrado; para que la presencia de Dios no solo actúe como un freno a su lujo e intemperancia, sino que también los instruya en la sobriedad debida a Sus siervos y, en una palabra, los acostumbre a una pureza excesiva, mientras reflejan que están separados de todos los demás. Al final de Levítico 6:18, algunos lo traducen en el género neutro, "todo lo que los haya tocado será santo:" pero en este pasaje Moisés me parece prescribir que nadie más que los sacerdotes deben toca el minha. Se dijo en otra parte del altar y sus vasijas que, en virtud de su unción, santificaban todo lo que se les imponía; pero ahora vemos que los hombres comunes tienen prohibido tocar cosas sagradas, que su santidad puede ser inviolable. Porque sabemos que los hijos de Aarón fueron ungidos con este objeto, que solo ellos podrían tocar lo que fuera consagrado a Dios. Por lo tanto, el verbo en tiempo futuro se pone como imperativo. Así también poco después se dice de las víctimas, Levítico 6:27, "Cualquiera que toque su carne será santo:" (212) porque Moisés promulga esta ley especial para los sacerdotes, que solo ellos deben manejar los sacrificios. Tampoco lo que sigue inmediatamente contradice esto, "cuando se rocía su sangre sobre cualquier prenda", etc .; porque no quiere decir que las prendas o cualquier recipiente se consagrarán por el simple toque; pero es un argumento de menor a mayor; si no fuera legal tomar una prenda rociada con la sangre, o las ollas con las que se vistió la carne, fuera del tabernáculo, a menos que la ropa se lavara, o las ollas se rompieran o enjuagaran, mucho más si tenían cuidado de la gente común debería entrometerse con eso. Porque, ¿cómo se atreverá un hombre mortal a poner una mano sobre esa cosa sagrada (sanctitati) que ni siquiera podría adherirse a la prenda; de un sacerdote sin expiación? La suma es que una cosa tan sagrada no debe mezclarse con cosas no autorizadas.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad