En estos pasajes, Moisés confirma lo que hemos visto antes en cuanto a los derechos de los sacerdotes, y también agrega una excepción a la que aún no se había referido. En general, por lo tanto, reclama para los sacerdotes lo que quedaba de las víctimas más santas; y los distingue por esta prerrogativa de los otros levitas; de donde deducimos cuán libre de todo egoísta era Moisés, cuando, por orden de Dios, priva a sus propios hijos no solo de la dignidad conferida a sus sobrinos, sino también de sus ventajas pecuniarias. Que ninguno, dice, pero los hijos de Aarón disfrutan de las ofrendas sagradas, porque están divinamente ungidos para que puedan acercarse al altar. Pero, dado que podría haber surgido alguna rivalidad entre ellos, agrega una ley especial, que ciertos tipos de ofrendas solo deben ser tomadas por el sacerdote que las ofreció. Porque aunque todos deberían haber cumplido desinteresadamente sus deberes, y no haber sido atraídos por el lucro, sin embargo, para que todos puedan realizar sus partes con más alegría, él les otorga una recompensa por su trabajo y diligencia. Por este motivo, prescribe que el residuo del minha en las ofrendas de paz, y también el hombro derecho de la víctima, y ​​la carne que quedaba de las ofrendas por la transgresión, debería ser la recompensa del sacerdote que había desempeñado el oficio de expiación y rociar la sangre. Es incuestionable que muchos se sintieron atraídos por el deseo de obtener ganancias, que de lo contrario habrían descuidado sus deberes; pero esto fue una prueba de la indulgencia paterna de Dios, que Él consultó su enfermedad para que su contratación pudiera ser un estímulo para su diligencia. Mientras tanto, no deseaba contratar sus servicios como los de los esclavos, para que sean mercenarios de corazón; sino más bien, cuando Él los reprende por Su Profeta porque ninguno de ellos "encendería fuego en Su altar para nada". (Malaquías 1:10.) Él agrava su ingratitud, no solo porque no darían sus servicios gratuitamente, sino porque, cuando recibieron su contrato, defraudaron a Aquel que los había designado para ser sus ministros.

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