33. Porque vino Juan el Bautista. Llevando una vida austera, lanzó un arrepentimiento y severas reprensiones, y cantó, por así decirlo, una canción quejumbrosa; mientras que el Señor se esforzó, con una canción alegre y alegre, para atraerlos más suavemente al Padre. Ninguno de esos métodos tuvo éxito, y ¿qué razón podría asignarse, excepto su obstinación endurecida? Este pasaje también nos muestra por qué existía una diferencia tan amplia, en cuanto a la vida exterior, entre Cristo y el Bautista, aunque ambos tenían el mismo objeto a la vista. Nuestro Señor pretendía, por esta diversidad, y asumiendo como si fuera una variedad de personajes, condenar a los no creyentes más plenamente; ya que, aunque cedió y se acomodó a sus modales, no los doblegó para sí mismo. Pero si los hombres de esa edad se ven privados de toda excusa para repeler, con malicia inveterada, una doble invitación que Dios les había dado, nosotros también somos culpables en sus personas; porque Dios no deja sin probar ningún tipo de melodía agradable, o de música quejumbrosa y áspera, para atraernos hacia sí mismo, y aun así permanecemos duros como piedras. Llamaron a John un demoníaco, del mismo modo que a las personas con una mente débil, o cuyo cerebro está perturbado, generalmente se les llama locos.

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