En este milagro se nos informa de qué manera la gracia de Cristo comenzó a fluir a los gentiles; porque, aunque todavía no había llegado el tiempo completo cuando Cristo se daría a conocer al mundo entero, tenía la intención de dar algunas manifestaciones tempranas de la misericordia común que finalmente se ofreció indiscriminadamente a los judíos y gentiles después de su resurrección. Se nos presenta una imagen notable de la fe en la mujer de Canaán, con el propósito de instruirnos mediante comparación, que los judíos fueron privados de la redención prometida, ya que su impiedad era tan vergonzosa.

Mark dice que la mujer, a quien Matthew describe como de Canaán, era griega y sirofenicia de nacimiento. Pero aquí no hay contradicción; porque sabemos que era la costumbre predominante entre los judíos llamar griegos a todas las naciones extranjeras, y de ahí el contraste entre griegos y judíos, que ocurre con tanta frecuencia en los escritos de Pablo. Como era nativa de los territorios de Tiro y Sidón, no debemos sorprendernos de que la llamen sirofenicia; porque ese país se llamaba Siria y formaba parte de Fenicia. Los judíos dieron desdeñosamente el nombre de cananeos a todos los habitantes de ese distrito; y es probable que la mayoría de ellos descendieran de las tribus de Canaán, quienes cuando fueron desterrados de su país natal, huyeron a una especie de retiro en el vecindario. Ambos están de acuerdo en este punto, que la mujer era nativa de una nación pagana, que no había sido instruida en la doctrina de la ley, y que vino por su propia voluntad a Cristo, humildemente para suplicar su ayuda.

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