15. ¿Pero quién dices que soy? Aquí Cristo distingue a sus discípulos del resto de la multitud, para hacer más evidente que, cualesquiera que sean las diferencias entre otros, al menos no debemos dejarnos de lado de la unidad de la fe. Quienes se sometan honestamente a Cristo y no intenten mezclar con el Evangelio ningún invento de su propio cerebro, nunca desearán la luz verdadera. Pero aquí es necesaria la mayor vigilancia para que, aunque el mundo entero pueda dejarse llevar por sus propios inventos, los creyentes puedan adherirse continuamente a Cristo. Como Satanás no podía robar a los judíos la convicción que derivaban de la Ley y los Profetas, de que Cristo vendría, lo cambió a varias formas y, por así decirlo, lo cortó en pedazos. Su próximo plan fue, presentar muchos Cristos fingidos, para que pudieran perder de vista al verdadero Redentor. Por artilugios similares, continuó después de romper a Cristo en pedazos o exhibirlo bajo un falso personaje. Entre las voces confusas y discordantes del mundo, que esta voz de Cristo suene perpetuamente en nuestros oídos, lo que nos aleja de los hombres inestables y vacilantes, para que no podamos seguir a la multitud, y que nuestra fe no sea arrojada entre los oleadas de opiniones rivales.

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