63. Recordamos que ese impostor dijo. Este pensamiento les fue sugerido por inspiración divina, no solo para que el Señor pudiera ejecutar sobre ellos solo venganza por su maldad (como siempre castiga las malas conciencias con tormentos secretos), sino principalmente para contener sus lenguas impías. Sin embargo, nuevamente percibimos qué insensibilidad se apodera de los hombres malvados cuando Satanás los hechiza. Llegan a llamarlo un impostor, cuyo poder divino y gloria se manifestaron últimamente por tantos milagros. Esto ciertamente no era desafiar a las nubes, sino escupir en la cara de Dios, por así decirlo, ridiculizando el brillo del sol. Tales ejemplos nos muestran que debemos, con consideración piadosa y modesta, dirigir nuestra atención tempranamente a la gloria de Dios cuando se nos presenta, que nuestra dureza de corazón no puede llevarnos a una ceguera brutal y terrible. Ahora bien, aunque pueda parecer extraño y absurdo que los hombres malvados se entreguen a una burla tan malvada sobre Cristo cuando está muerto, que nuestras mentes no se inquieten por este libertinaje, siempre debemos considerar sabiamente el propósito al que el Señor se dirige. Los hombres malvados imaginan que abrumarán toda la doctrina de Cristo, junto con sus milagros, con esa sola blasfemia, que arrojan con arrogancia; pero Dios no emplea a otras personas que no sean ellas para reivindicar a su Hijo de toda culpa de impostura. Siempre que estos hombres malvados trabajen para volcar todo por sus calumnias, y se lanzarán a una calumnia sin medida, esperemos con compostura y tranquilidad mental hasta que Dios saque la luz de la oscuridad.

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