28. Y recaudar un tributo al Señor. Dios ahora requiere un tributo, u oblación sagrada, del botín de ambas partes, pero en porciones desiguales, la gente paga diez veces más que los soldados. Había un doble motivo y objeto para este homenaje; porque no era justo que solo los levitas fueran enviados lejos vacíos, como si su condición fuera peor que la del resto, porque estaban ocupados en el servicio de Dios y en el cuidado de las cosas santas. Pero la parte que les asigna, Dios ordena que se les ofrezca a sí mismo, para que los hombres no solo consideren la equidad entre ellos, sino que la religión pueda ocupar el primer lugar; porque nada puede ser más irracional que los derechos de los hombres deben mantenerse inviolables, mientras que Dios mismo se pasa por alto. Entonces, para testificar su piedad, la ofrenda fue ordenada, como si Dios reclamara para sí mismo la gloria de la victoria al tomar esta quincuagésima y quincuagésima parte. Pero, en la medida en que no tiene falta de nada, teniendo plena satisfacción solo en sí mismo, los levitas son sustituidos en su lugar, para que puedan recibir alguna recompensa por su ministerio.

Nuevamente, percibimos que Dios trató más liberalmente con los soldados que con el resto de la multitud; ni tampoco es una sorpresa, ya que, puesto que Él había impuesto una carga mayor sobre ellos, era solo que debían enriquecerse con más frutos de la victoria, porque Él acumula bendiciones sobre bendiciones según Su placer.

De esta distribución también deducimos que depende de su ordenanza que algunos sean más ricos que otros; porque si no existiera la propiedad, no habría prueba de justicia e integridad.

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