9. Y cada oferta. Hasta ahora he reunido los pasajes, en los que Moisés trata sobre el oficio de los sacerdotes, y los he expuesto brevemente, ahora comenzaré a tratar sobre sus derechos, es decir, sobre el honor con el que Dios los invitó, para que Él pudiera tenlos listos y alegres en su obediencia. Aquí, sin embargo, Moisés toca ligeramente lo que expone más completamente en otros pasajes, como veremos más adelante, a saber: asigna a los sacerdotes todas las ofrendas sagradas, las cuales enumera después. Ahora, había tres motivos principales para esta ley; - Primero, para que lo que ya se había dedicado a Dios fuera profanado por su uso promiscuo; para que los sacrificios pudieran conservar su dignidad propia, era necesario distinguir lo sagrado de las carnes ordinarias. En segundo lugar, se restringió un exceso vanaglórico con respecto a las ceremonias; porque si después de que las víctimas fueran asesinadas, toda la carne hubiera sido devuelta a los dueños, un deseo de ostentación (207) habría crecido entre hombres tontos, los ricos habría venido emulosamente a ganar aplausos, y cuando hubieran festejado magníficamente, habrían expuesto el resto a la venta. Por lo tanto, habrían abusado de su falsa pretensión de adorar a Dios para obtener favores hacia ellos mismos. El tercer motivo es el que toca Pablo, a saber, que es justo que los ministros del altar vivan junto al altar, (1 Corintios 9:13;) aunque es algo indigno que los servidores de Dios debería sentirse atraído por su salario, pero Dios no estaba dispuesto a que los sacerdotes, cuando hubieran otorgado libremente su trabajo en la adoración del santuario, sufrieran hambre, para que su presteza no pudiera ser reprimida. Porque si deseaban ejecutar su oficina adecuadamente, era necesario que atendieran por completo las cosas espirituales y abandonaran el cuidado de sus asuntos domésticos. Si alguien objetara que estos fueron incentivos para la avaricia, y que se estableció un llamado excelente y rentable ante los sacerdotes, la respuesta es fácil: lo que sea que les correspondiera, ya que estaba restringido a su propia alimentación, no podría haber sido excesivo en cantidad; porque no se les permitió vender ninguno, ni siquiera regalarlo a otros, como ya hemos visto, y como se repetirá más adelante. Así, entonces, la repugnante deshonestidad de aquellos que se burlan de Moisés como si hubiera enriquecido a los sacerdotes con los despojos del pueblo, es abundantemente reparada; porque si hubiera alguno cuyos intereses hubiera deseado consultar, seguramente sus propios hijos habrían sido preferidos a todos; Sin embargo, para ellos no hay referencia aquí. No, lo que sea que conceda a los sacerdotes, se lo quita a sus propios hijos y a su posteridad; como si a propósito los privó de ventajas que de otro modo no serían ilegales. En una palabra, solo se consultó la dignidad de las cosas santas, sin ningún esfuerzo por enriquecer a los sacerdotes.

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