A continuación, el profeta menciona los grandes beneficios recibidos de Dios y, de manera especial, desea que los fieles mediten sobre ellos. Decir que Dios nos hizo es una verdad muy generalmente reconocida; pero no para anunciar la ingratitud tan habitual entre los hombres, que apenas uno de cada cien reconoce seriamente que oculta su existencia a Dios, aunque, cuando apenas se lo exigen, no niegan que fueron creados de la nada; sin embargo, cada hombre se hace un dios de sí mismo y se adora virtualmente a sí mismo, cuando atribuye a su propio poder lo que Dios declara le pertenece solo a él. Además, debe recordarse que el profeta no está hablando aquí de la creación en general (como he dicho anteriormente) sino de esa regeneración espiritual por la cual crea de nuevo su imagen en sus elegidos. Los creyentes son las personas a quienes el profeta aquí declara ser la obra de Dios, no que se hayan hecho hombres en el vientre de su madre, sino en el sentido en que Pablo, en Efesios 2:10, los llama, Τὸ ποιημα, la obra de Dios, porque fueron creados para buenas obras que Dios ha ordenado antes para que caminen en ellas; y en realidad esto concuerda mejor con el contexto posterior. Porque cuando dice: Somos su pueblo, y las ovejas de su pasto, evidentemente se refiere a esa gracia distintiva que llevó a Dios a apartar a sus hijos para su herencia, a fin de que, por así decirlo, los alimente bajo su alas, que es un privilegio mucho mayor que el de ser simplemente hombres nacidos. ¿Debería alguien estar dispuesto a jactarse de haberse convertido en un hombre nuevo, quién está allí que no detestaría ese intento tan bajo de robarle a Dios lo que le pertenece? Tampoco debemos atribuir este nacimiento espiritual a nuestros padres terrenales, como si por su propio poder nos engendraran; ¿para qué podría producir una semilla corrupta? Aún así, la mayoría de los hombres no dudan en reclamar para sí mismos todos los elogios de la vida espiritual. De lo contrario, ¿qué significan los predicadores del libre albedrío, a menos que sea para decirnos que por nuestros propios esfuerzos, de ser hijos de Adán, nos hemos convertido en hijos de Dios? En oposición a esto, el profeta al llamarnos el pueblo de Dios, nos informa que es por su propia buena voluntad que somos espiritualmente regenerados. Y al denominarnos las ovejas de su pasto, nos da a conocer que a través de la misma gracia que una vez nos fue impartida, continuamos a salvo y sin daños hasta el final. De lo contrario, podría convertirse en su gente, etc. (124) Pero como el significado no se altera, he conservado lo que era más generalmente Lectura recibida.

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