21 Bendice a Jehová, todos vosotros sus ejércitos. Por anfitriones no debe entenderse las estrellas, como algunos lo explican. El tema del versículo anterior aún continúa. La repetición tampoco es superflua; porque la palabra anfitriones nos enseña que hay miríadas de miríadas que se paran ante el trono de Dios, listas para recibir toda la insinuación de su voluntad. Una vez más, se les llama sus ministros que hacen lo que quiere, para que nos den a entender que no están allí con la intención de contemplar ociosamente la gloria de Dios, sino que después de haber sido nombrados nuestros ministros y guardianes, siempre están listos para su trabajo. En lugar de palabra, el término placer se usa aquí, y ambos se emplean con mucha propiedad; porque aunque el sol, la luna y las estrellas observan las leyes que Dios les ha ordenado, pero sin comprender, no se puede decir que obedezcan su palabra y su voz. El término obedecer se transfiere a veces a las partes mudas e insensibles de la creación. (175) Sin embargo, solo en un sentido metafórico se puede decir que escuchan la voz de Dios, cuando por un instinto secreto de la naturaleza cumplen con su propósitos Pero esto, en el sentido correcto, es cierto para los ángeles, quienes lo obedecen activamente al entender, desde su sagrada boca, lo que debería hacer. La palabra placer expresa más claramente una obediencia gozosa y alegre, lo que implica que los ángeles no solo obedecen los mandamientos de Dios, sino que también de buena gana y con gran deleite reciben las indicaciones de su voluntad, para que puedan cumplir lo que él quiere que hagan. Tal es la importación del sustantivo hebreo, como se ha dicho en otra parte.

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