4 Busca a Jehová, y su fuerza (204) Aunque lo hizo en el verso anterior caracterizó a los fieles por la designación honorable, aquellos que buscan a Dios, pero nuevamente los exhorta a ser sinceros al buscarlo, lo cual no es una exhortación innecesaria. Buscar a Dios, es cierto, es la marca por la cual todos los santos genuinos se distinguen particularmente de los hombres del mundo; pero no llegan a buscarlo con el debido ardor; y, en consecuencia, siempre han necesitado incitaciones, para instarlos a este ejercicio, aunque se ejecutan por su propia cuenta. Aquellos a quienes el profeta se agita aquí para buscar a Dios no son personas volubles, ni son completamente indolentes, y que se apegan a las impurezas de la tierra, sino aquellos que con una mente pronta y preparada ya aspiran a hacer esto; y así los estimula, porque percibe que están obstaculizados por muchos impedimentos para avanzar en su curso con suficiente rapidez. Por muy dispuestos que estemos, no obstante, tenemos la necesidad de tal incitación para corregir nuestra lentitud. La fuerza y ​​el rostro de Dios, sin duda, se refieren a ese tipo de manifestación por la cual Dios, al acomodarse a la rudeza de los tiempos, atrajo en ese momento a los verdaderos creyentes hacia sí mismo. El arca del pacto se llama en muchos otros lugares tanto la fuerza como el rostro de Dios, porque por ese símbolo se le recordó a la gente que él estaba cerca de ellos y que realmente experimentó su poder. (205) Cuanto más familiarmente se mostrara Dios ante ellos, con más prontitud y rapidez el profeta tendría que aplicar sus corazones para buscarlo; y la ayuda por la cual Dios alivia nuestra debilidad debería ser un estímulo adicional para nuestro celo. También se nos recomienda la modestia para que, conscientes de nuestra lentitud en la búsqueda de Dios, podamos mantener el camino que nos ha prescrito, y no despreciar los rudimentos a través de los cuales nos conduce poco a poco a sí mismo. Se agrega continuamente, que ninguna persona puede cansarse en este ejercicio, o, inflado con una opinión tonta de haber alcanzado la perfección, puede descuidar las ayudas externas de la piedad, como lo hacen muchos, quienes, después de haber avanzado algunos grados en El conocimiento de Dios, se exime del rango común de los demás, como si estuvieran elevados por encima de los ángeles. Nuevamente, se da el mandato de recordar las maravillosas obras que Dios había realizado, en la liberación de su pueblo de Egipto, cuando mostró su poder de maneras nuevas e inusuales. Por los juicios de su boca, algunos entienden la ley. Pero al leer las tres expresiones, sus maravillosas obras, sus maravillas y los juicios de su boca, en referencia a una serie de eventos, prefiero explicarlo más bien de los milagros por los cuales Dios sometió el orgullo de Faraón. Aún así, sin embargo, hay algunas dudas sobre la razón de esta forma de hablar. Algunos opinan que estos milagros se llaman los juicios de la boca de Dios, porque Moisés los había predicho, lo cual es muy probable. Al mismo tiempo, la expresión podría tomarse de manera más simple, ya que denota que el poder de Dios se manifestó de manera extraordinaria en estos milagros; de lo cual sería fácil deducir que fueron realizados por él. No pretendo excluir el ministerio de Moisés, a quien Dios había levantado para ser profeta de los egipcios, que al denunciar lo que sucedería, él podría mostrar que nada sucedió por casualidad. Sin embargo, creo que hay una alusión al carácter manifiesto de los milagros, como si se hubiera dicho: Aunque Dios no había pronunciado una palabra, los hechos mismos evidentemente mostraron que él era el libertador de su pueblo.

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