174. ¡He añorado tu salvación, oh Jehová! Aunque todos los hombres desean estar en circunstancias felices, y ningún hombre repudia abiertamente el favor de Dios; pero tan confusas e inciertas son las ideas que guardan de aquello en lo que consiste una vida de felicidad o propiedad, que se encuentran muy pocas dirigiendo sus aspiraciones a Dios. Algunos se dejan llevar por su propia ambición, algunos están totalmente poseídos por la avaricia, y otros arden de lujuria, todos imaginando que cuanto más se alejen de Dios, todo prosperará tanto mejor con ellos. En resumen, en la proporción en que cada hombre desea estar a salvo, en la misma proporción provoca la ira de Dios, buscando los medios de su seguridad en todas las direcciones. La construcción en el texto hebreo denota firmeza o constancia del deseo; literalmente es que había anhelado la salvación de Dios, y no que solo en el presente comenzó a desearla. Luego expresa la manera en que pacientemente anhelamos la salvación; que es, buscando consuelo y alivio en todas nuestras calamidades de la palabra de Dios; porque el que no se consuele confiando en la gracia prometida en la palabra, se acobardará ante el menor asalto que se le haga. Entonces el Profeta, sabiamente, mantuvo sus pensamientos cerca de la palabra divina, para que no se le rechazara la esperanza de la salvación de Dios.

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