2. ¡Oh Jehová! Libra mi alma del labio de la mentira. David ahora señala el tipo de su aflicción, declarando que estaba cargado de falsas acusaciones. Al acusar a sus enemigos de mentiras y falsedades, afirma su propia inocencia de los crímenes que le imputaron calumniadamente. Su queja, por lo tanto, equivale a esto: que, como era consciente de no haber cometido ninguna falta, fue atacado por los malvados contrarios a todas las leyes, humanas y divinas, y que lo llevaron al odio sin que él les haya dado ninguna ocasión para tal daño tratamiento. Las lenguas engañosas atacan a las personas buenas y simples de dos maneras: o las eluden con astucias y trampas, o hieren su reputación con calumnias. Es de la segunda manera que el Profeta aquí se queja. Ahora bien, si David, que estaba dotado de una virtud tan eminente, y libre de toda marca de desgracia, y muy alejado de toda acción perversa, todavía fue atacado con contundencia, es de extrañar si los hijos de Dios en la actualidad trabajan bajo falsas acusaciones, y que cuando se han esforzado por comportarse con rectitud, ¿todavía están denunciados? Como tienen el demonio para su enemigo, es realmente imposible para ellos escapar de ser cargados con sus mentiras. Sí, vemos que las lenguas difamatorias no perdonaron ni siquiera al Hijo de Dios, una consideración que debería inducirnos a soportar con mayor paciencia nuestra condición, cuando los malvados nos traducen inmerecidamente; ya que es cierto que aquí hemos descrito la suerte común de toda la Iglesia.

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