2. ¿Cuánto tiempo tendré consejo en mi alma? Sabemos que los hombres en la adversidad dan paso al descontento y miran a su alrededor, primero a una cuarta parte y luego a otra, en busca de remedios. Especialmente, al ver que carecen de todos los recursos, se atormentan enormemente y se distraen con una multitud de pensamientos; y en grandes peligros, la ansiedad y el miedo los obligan a cambiar sus propósitos de vez en cuando, cuando no encuentran ningún plan sobre el cual puedan arreglar con certeza. David, por lo tanto, se queja de que, mientras piensa en diferentes métodos para obtener alivio, y delibera consigo mismo ahora de una manera y ahora de otra, está agotado sin ningún propósito con la multitud de sugerencias que pasan por su mente; y al unir a esta queja la tristeza que sentía a diario, señala la fuente de esta inquietud. Como en una enfermedad grave, los enfermos desearían cambiar de lugar en cada momento, y cuanto más agudos son los dolores que los afligen, más inquietos y ansiosos están en cambiar y cambiar; entonces, cuando la tristeza se apodera de los corazones de los hombres, sus víctimas miserables se agitan violentamente en su interior, y les resulta más tolerable atormentarse sin obtener alivio, que soportar sus aflicciones con mentes compuestas y tranquilas. El Señor, de hecho, promete dar a los fieles "el espíritu de los consejos" (Isaías 11:2) pero no siempre se los da al comienzo de cualquier asunto en el que estén interesados, pero sufre por un tiempo avergonzarse por una larga deliberación sin llegar a una decisión determinada, (271) o perplejo, como si estuvieran enredados entre espinas, sin saber a dónde girar, (272) o qué curso tomar. Algunos explican que la palabra hebrea יומם, yomam, significa todo el día. Pero me parece que, más bien, significa otro tipo de continuación, a saber, que su dolor regresó y se renovó todos los días. Al final del verso deplora otro mal, que sus adversarios triunfan sobre él con mayor audacia, cuando lo ven debilitado por completo, y como lo desperdicia la languidez continua. Ahora, este es un argumento de gran peso en nuestras oraciones; porque no hay nada que sea más desagradable para Dios, y con el que él tendrá menos paciencia, que la cruel insolencia que muestran nuestros enemigos, cuando no solo se deleitan viéndonos en la miseria, sino que también se levantan más alto contra nosotros, y nos tratan con más desdén, más nos ven oprimidos y afligidos.

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