25. Con los misericordiosos, etc. David aquí persigue el mismo tema. Al considerar la gracia de Dios por la cual había sido liberado, la presenta como una prueba de su integridad y, por lo tanto, triunfa sobre las calumnias infundadas y vergonzosas de sus enemigos. Los hipócritas, lo confieso, también están acostumbrados a actuar de la misma manera; por la prosperidad y el éxito de sus asuntos les hace sentir tan bien que no se avergüenzan orgullosamente de jactarse no solo contra los hombres, sino incluso contra Dios. Como tales personas, sin embargo, se burlan abiertamente de Dios, cuando, por su paciencia, les alienta al arrepentimiento, su presunción perversa e infeliz no tiene semejanza con la jactancia por la que aquí vemos a David animándose a sí mismo. Él no abusa de la paciencia y la misericordia de Dios al paliar o difundir un barniz engañoso sobre sus iniquidades, porque Dios lleva con ellos; pero habiendo experimentado, por las múltiples ayudas que había recibido de Dios, sin lugar a dudas que era misericordioso con él, los vio con justicia como testimonios evidentes del favor divino hacia él. Y deberíamos marcar bien esta diferencia entre los impíos y los fieles, es decir, que los primeros, intoxicados con prosperidad, se jactan sin ruborizarse de ser aceptables para Dios, mientras que sin embargo lo ignoran, y más bien sacrifican a Fortune y lo convierten en su Dios. ; (419) mientras que este último en su prosperidad magnifica la gracia de Dios, desde el profundo sentido de su gracia con el que se ven afectadas sus conciencias. Así, David se jacta de que Dios lo había socorrido a causa de la justicia de su causa. Porque, en primer lugar, debemos adaptar las palabras al alcance de todo el discurso, y verlas como implicando que Dios, al liberar a un hombre inocente de la muerte, cuando estaba cerca de él, demostró, de hecho, que él es misericordioso con los misericordiosos, y puro con los puros. En segundo lugar, debemos ver que las palabras enseñan la doctrina general, que Dios nunca decepciona a sus siervos, sino que siempre trata con amabilidad con ellos, siempre que esperen su ayuda con mansedumbre y paciencia. Para este propósito, Jacob dijo, en Génesis 30:33,

"Dios hará que mi justicia regrese sobre mí".

El alcance del discurso es que el pueblo de Dios debe tener buenas esperanzas y animarse a practicar la rectitud y la integridad, ya que cada hombre cosechará el fruto de su propia justicia.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad