50. Él realiza grandes liberaciones, etc. Este versículo final muestra claramente por qué Dios había ejercido tanta bondad y liberalidad hacia David, es decir, porque lo había ungido para ser rey. . Al llamarse a sí mismo el rey de Dios, David testifica que no se había precipitado apresuradamente a ese cargo, ni había sido empujado por conspiraciones e intrigas perversas, sino que, por el contrario, reinó por derecho legítimo, ya que era la voluntad de Dios que él debería ser rey Esto lo prueba con la ceremonia de la unción; porque Dios, al ungirlo de la mano de Samuel, había afirmado su derecho a reinar no menos que si hubiera extendido visiblemente su mano desde el cielo para colocarlo y establecerlo en el trono real. Esta elección, dice, fue confirmada por una serie continua de grandes liberaciones; y de esto se deduce que todos los que entren en cualquier curso sin tener el llamado de Dios, tienen la responsabilidad de declararle la guerra. Al mismo tiempo, atribuye estas liberaciones a la bondad de Dios como su causa, para enseñarnos, que ese reino fue fundado pura y simplemente por el buen placer de Dios. Además, de la oración final del salmo, parece, como he dicho antes, que David aquí no cuenta tanto a través de la historia los casos singulares y variados de la gracia de Dios que había experimentado personalmente, como predicen el duración eterna de su reino. Y debe observarse que, por la palabra semilla, no debemos entender indiscriminadamente a todos sus descendientes; pero debemos considerar que se refiere particularmente al sucesor de David de quien Dios había hablado en 2 Samuel 7:12, prometiendo que él sería un padre para él. Como se había predicho que su reino continuaría mientras el sol y la luna brillaran en los cielos, la profecía necesariamente debe ser vista como descendiente de aquel que iba a ser rey no por un tiempo, sino por siempre. David, por lo tanto, nos elogia su simiente, como honrado por esa notable promesa, que no se aplica plenamente ni a Salomón ni a ningún otro de sus sucesores, sino al unigénito Hijo de Dios; como nos enseña el apóstol, en su Epístola a los Hebreos, (Hebreos 1:4), que esta es una dignidad en la cual él excede a los ángeles. En conclusión, solo nos beneficiaremos debidamente en el estudio de este salmo, cuando nos guíe la contemplación de la sombra y escriba al que es la sustancia.

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