13. Guarda tu lengua del mal El precepto que da David aquí se relaciona con una virtud que es muy rara, a saber, que debemos ser sinceros y libres de engaños en nuestro discurso Algunos, de hecho, lo entienden en un sentido mucho más extenso, suponiendo que la calumnia esté condenada en esta primera cláusula. Pero me parece más simple, y más para el propósito, entender esto como de la misma importancia con lo que él repite en la segunda cláusula, que no debemos hablar engañosamente con nuestros vecinos, para que nuestras palabras puedan probar los medios de atraparlos. Y dado que nada es más difícil que regular nuestro discurso de tal manera que nuestro discurso pueda ser una verdadera representación de nuestros corazones, David nos exhorta a ejercer sobre él un control estricto y vigilante, no sufriendo que se alborote, no sea que debería probar la ocasión de engañar a otros.

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