1. ¡Sálvame, oh Dios! Como David se encontraba en este momento fuera del alcance de la asistencia humana, debe entenderse que reza por ser salvado por el nombre y el poder de Dios, en un sentido enfático, o por estos en contraposición a los medios habituales de liberación. Aunque toda la ayuda debe provenir de Dios, existen métodos ordinarios por los cuales generalmente la extiende. Cuando estos fallan, y cada estancia terrenal es eliminada, él debe tomar el trabajo en sus propias manos. Fue en tal situación que David huyó al último asilo de los santos y buscó ser salvado por un milagro del poder divino. Al apelar, en la segunda parte del versículo, a Dios como su juez, él afirma su rectitud. Y debe sorprendernos a todos, que al pedir la protección divina es un requisito previo indispensable, debemos estar convencidos de la bondad de nuestra causa, ya que argumentaría la mayor blasfemia en cualquiera de esperar que Dios debería patrocinar la iniquidad. David fue alentado a orar por la liberación por la bondad de su causa y su conciencia de integridad; ni tenía una sola duda, que al representar esto ante Dios actuaría como parte de su defensor y castigaría la crueldad y la traición de sus enemigos.

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