3. En el día que tenía miedo, etc. En hebreo, las palabras corren en tiempo futuro, pero deben resolverse en el preterito. Reconoce su debilidad, en la medida en que era sensible al miedo, pero niega haber cedido a él. Los peligros pueden angustiarlo, pero no pueden inducirlo a renunciar a su esperanza. No hace pretensiones a ese elevado heroísmo que enfrenta el peligro, y sin embargo, aunque permite que sienta miedo, declara que su resolución fija persiste en una expectativa segura del favor divino. La verdadera prueba de fe consiste en esto, que cuando sentimos las solicitudes de miedo natural, podemos resistirlos y evitar que obtengan un ascenso indebido. El miedo y la esperanza pueden parecer afectos opuestos e incompatibles, sin embargo, se demuestra por observación, que este último nunca llega a dominarse a menos que exista alguna medida del primero. En un estado mental tranquilo, no hay margen para el ejercicio de la esperanza. En esos momentos, permanece latente, y su poder solo se muestra con ventaja cuando vemos que eleva el alma bajo abatimiento, calma sus agitaciones o calma sus distracciones. Esta fue la forma en que se manifestó en David, que temía y confiaba, era consciente de la grandeza de su peligro y, sin embargo, tranquilizaba su mente con la confianza confiada en la liberación divina.

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