A qué hora tengo miedo - literalmente, "el día que tengo miedo". David no dudó en admitir que había momentos en que tenía miedo. Se veía a sí mismo en peligro, y tenía dudas sobre el resultado. Existe un miedo natural al peligro y a la muerte; Un miedo implantado en nosotros:

(a) para hacernos cautelosos, y

(b) para inducirnos a poner nuestra confianza en Dios como Preservador y Amigo.

Nuestra propia naturaleza, nuestra constitución física, está llena de arreglos más hábilmente ajustados y más sabiamente plantados allí, para llevarnos a Dios como nuestro Protector. El miedo es una de estas cosas, diseñada para hacernos sentir que "necesitamos" a un Dios y para guiarnos hacia él cuando nos damos cuenta de que no tenemos poder para salvarnos de los peligros inminentes.

Confiaré en ti - Como uno que puede guardar, y uno que ordenará todas las cosas como deben ser ordenadas. Es solo esto lo que puede hacer que la mente se calme en medio del peligro:

(a) el sentimiento de que Dios puede protegernos y salvarnos del peligro, y que "nos" protegerá si lo considera conveniente;

(b) la sensación de que cualquiera que sea el resultado, ya sea vida o muerte, será tal como Dios lo ve mejor, si es "vida", para que podamos ser útiles y glorifiquemos su nombre aún en la tierra; si es "muerte", eso ocurrirá no porque no tenía "poder" para interponerse y salvar, sino porque había razones buenas y suficientes por las que "no" debía manifestar su poder en esa ocasión y rescatarnos.

De esto podemos estar seguros, sin embargo, de que Dios tiene "poder" para liberarnos siempre, y que si no se libera de la calamidad no es porque no esté atento o no tenga poder. Y de esta verdad superior también podemos estar seguros siempre, de que él tiene el poder de salvarnos de lo que más tenemos que temer: un terrible infierno. Es una buena máxima para entrar en un mundo de peligro; una buena máxima para ir al mar; una buena máxima en una tormenta; una buena máxima cuando está en peligro en la tierra; una buena máxima cuando estamos enfermos; una buena máxima cuando pensamos en la muerte y el juicio: "A qué hora tengo miedo, confiaré en ti".

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