9 ¿Quién me llevará a la ciudad fortificada? Anticipándose a una objeción que podría alegarse, procede a declarar que miró a Dios para lograr lo que quedaba por hacer en la captura de los lugares fortificados de sus enemigos y la consolidación de sus victorias. Podría decirse que, dado que un número considerable continuó resistiéndose a sus afirmaciones, los términos de confianza que había usado eran prematuros. Dios, sin embargo, había prometido su palabra de que toda nación que se opusiera a él quedaría bajo su poder, y ante las dificultades y peligros restantes, avanza con certeza de éxito. Por la ciudad fortificada, (399) algunos entienden Rabbah, la capital de los moabitas. Otros, con mayor probabilidad, consideran que el singular se usa para el número plural, y que David alude en general a las diferentes ciudades bajo protección de las cuales sus enemigos estaban decididos a destacarse. Él declara que el mismo Dios que había coronado sus brazos con la victoria en campo abierto lo llevaría al asedio de estas ciudades. Con el fin de demostrar su legítimo llamado al gobierno, amplifica por segunda vez las marcas del favor divino que había recibido, al contrastarlo con lo que precedió. "El Dios", dice, "que antes nos rechazó y nos abandonó a una guerra sin éxito, ahora abrirá ante mí las puertas de las ciudades hostiles y me permitirá atravesar todas sus fortificaciones".

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