10. Y lloré, mi alma ayunó a David aquí demuestra, por los signos o efectos, que sus esfuerzos para promover la gloria Divina procedieron de un puro y bien- celo regulado, en la medida en que no fue impulsado o inflamado por la impetuosidad de la carne, sino humildemente humillado ante Dios, eligiéndolo como testigo de su dolor. Con esto, él muestra más evidentemente la perversidad incorregible de sus enemigos. A menudo sucede que aquellos que se ponen audazmente para la vindicación de la gloria de Dios, provocan y exasperan a los malvados a un tono más alto al oponerse a ellos contenciosamente y sin moderación. Pero el celo de David era tan moderado que debería haber suavizado incluso la dureza del acero. Por esta circunstancia, sin embargo, tenía la intención de mostrar que estaba oprimido con tanta violencia por la perversidad de sus enemigos, que ni siquiera se atrevía a abrir la boca para pronunciar una sola palabra en defensa de la causa de Dios, y no había otro medio Lo dejó de defenderlo pero de lágrimas y luto. Se le privó, como sabemos, de la libertad de expresar los sentimientos de su corazón, o más bien sus palabras, como las de una persona condenada, habrían sido repelidas con crueles reproches. Era una prueba de la mayor constancia cuando, en tales circunstancias, seguía ardiendo con un celo tan constante como siempre, y perseveraba en el dolor voluntario que había ejercido para mantener el honor y la gloria de Dios. Por consiguiente, declara que lloró y que su alma ayunó, y que estaba vestido de cilicio; que eran las señales de luto entre los judíos. Pero sus enemigos convirtieron todas estas cosas en burlas y bromas; (77) de lo cual se manifiesta que se dejaron llevar por la furia de los demonios. Es importante para nosotros fortalecernos con tal ejemplo, que en el día de hoy no nos desanimemos cuando nos encontremos con la misma perversidad por la cual los enemigos del Evangelio demuestran ser más demonios que hombres. Sin embargo, debemos tener cuidado de verter aceite sobre el fuego que ya está ardiendo con demasiada intensidad, y más bien debemos imitar a David y Lot, quienes, aunque no tuvieron la libertad de reprender a los malvados, aún estaban profundamente afligidos en sus corazones. E incluso cuando los malvados están obligados a escucharnos, la gentileza y la humildad serán un medio poderoso, o más bien serán el mejor condimento, para calmar el celo sagrado. Aquellos que conciben a David como intimidante de que se resignó a sufrir el castigo en la habitación o en lugar de sus enemigos, intentan confirmar su opinión de que se vistió de cilicio. Pero lo tomo más simplemente como significado, que cuando vio las cosas en tal estado de confusión, se involucró voluntariamente en este doloroso ejercicio para testificar que nada era más grave para él que presenciar el sagrado nombre de Dios expuesto continuamente.

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