24. Derrama tu furia sobre ellos. No es sorprendente que David pronuncie una serie alargada de imprecaciones; porque sabemos bien que los enemigos frenéticos de la Iglesia, en quienes era su objeto inspirar terror, no se mueven fácilmente. Por lo tanto, levanta su voz contra ellos en tonos de mayor vehemencia, para que puedan ser llevados a desistir de su conducta injusta e insolente. Él, sin embargo, tenía principalmente un ojo en los verdaderos creyentes, quienes, oprimidos por las calamidades, no tienen otro lugar en el que apoyarse, sino que surge de la voz que escuchan que sale de la boca de Dios, declarando la terrible venganza que es preparados para sus enemigos, si, de hecho, están entre los reprobados. En cuanto a aquellos cuyo arrepentimiento y enmienda había alguna esperanza, David habría tenido que corregirlos con castigos; pero en cuanto a aquellos cuyo arrepentimiento y reforma fueron inútiles, reza para que la destrucción caiga sobre sus cabezas, para que así no puedan escapar del castigo que les fue impuesto y que merecieron.

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