21. Por lo tanto, Jehová escuchó y se enojó. Esta escucha de Dios implica conocimiento pleno y perfecto; y es una figura tomada de jueces terrenales, que no pueden castigar a los criminales hasta que se hayan familiarizado completamente con la causa. Se dice que escucha a su propia gente, cuando muestra su favor y misericordia hacia ellos al concederles sus peticiones; y, por otro lado, se dice que escucha esas blasfemias que no deja pasar impunes. Para eliminar todo terreno para pensar que la ira divina fue indebidamente severa, la enormidad de la culpa de los israelitas se describe nuevamente como manifestada en esto, que no creyeron a Dios ni confiaron en su salvación. Aquí se toma como un punto indiscutible, que se les hicieron promesas a las que deberían haber dado un asentimiento, que, sin embargo, se les impidió ceder por el enamoramiento extremo con el que se llevaron. Confiar en la salvación de Dios es apoyarse en su providencia paterna y considerarlo como suficiente para suplir todas nuestras necesidades. De esto aprendemos no solo cuán odiosa es la incredulidad ante los ojos de Dios, sino también, cuál es la verdadera naturaleza de la fe y cuáles son los frutos que produce. ¿De dónde es que los hombres se someten silenciosamente a Él, pero porque están convencidos de que su salvación es singularmente preciosa a su vista, y están completamente seguros de que les dará lo que sea necesario para ellos? Es así como se ven obligados a entregarse a él, a ser gobernados de acuerdo con su buen gusto. La fe, entonces, es la raíz de la verdadera piedad. Nos enseña a esperar y desear toda bendición de Dios, y nos enmarca para rendirle obediencia; mientras que quienes desconfían de él necesariamente deben estar siempre murmurando y rebelándose contra él. El alcance del profeta es este, que las pretensiones de fe hechas por aquellos que no esperan la salvación de Dios, descansan sobre bases falsas; porque cuando se cree en Dios, la esperanza de salvación se produce rápidamente en la mente, y esta esperanza le rinde el elogio de toda bendición.

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